Jeremías Gamboa
Recibí una llamada de España al poco de estar en Lima. Era de El País, necesitaban que alguien hiciera una fotografías de un escritor que ocuparía El Rincón, una sección alojada en la última página del suplemento literario Babelia. Al día siguiente las fotos estaban en la redacción y yo había conocido al que se presenta con sus dos más que sólidos argumentos, un libro de cuentos y una novela, como una de las firmas del futuro, ya presente, firmamento de las letras en lengua española: Jeremías Gamboa. Ayer le entregaron en Oviedo el premio Tigre Juan en su edición XXXVI por su obra Contarlo Todo.
Estuvimos un buen rato juntos, lo que se tarda en hacer unos retratos medio decentes y una pequeña galería de objetos con significación para el autor. La tarde anterior estuve por el Óvalo de Miraflores buscando algún ejemplar de su primer libro de cuentos Punto de Fuga para hacerme una idea de a quien iba a encontrarme. No lo conseguí, Random House compró Alfaguara y retiraron los fondos para hacer inventario o sabe dios qué, de forma que no llegué a tener la oportunidad de hablar con él de su obra. Pero no dejamos de hacerlo de esto de aquello y de los de más allá. Jeremías es jovial, cercano, familiar y su conversación fluye como su literatura. Confiesa que el éxito que vive en estos momentos le mantiene más alejado de lo que quisiera de la redacción de su próxima novela, ya en progreso, repartida por libretas, cuadernos, cuadernitos, papeles y notas al margen.
Por fin encontré Punto de fuga en Quilca (ya hablaré de Quilca, ese callejón lleno de librerías colmadas de ofertas, falsificaciones, descatalogados, usados, etc.) y lo leí en un suspiro preguntándome si no eran Poe, McCoy o Capote... los que se filtraban en algunas de sus páginas en las que lo cotidiano se convierte en extraordinario gracias al efecto alquímico de la literatura en estado puro. La primera historia corresponde a la de un fotógrafo "mis amigos me decían que prácticamente vivía en la revista, siempre pidiendo qué hacer, en qué ayudar, como aferrado a una tabla tras un naufragio, como quien se juega el pellejo en cada cierre de edición..." ¿os suena colegas? leedla, y dejaos sorprender como yo.
Estuvimos un buen rato juntos, lo que se tarda en hacer unos retratos medio decentes y una pequeña galería de objetos con significación para el autor. La tarde anterior estuve por el Óvalo de Miraflores buscando algún ejemplar de su primer libro de cuentos Punto de Fuga para hacerme una idea de a quien iba a encontrarme. No lo conseguí, Random House compró Alfaguara y retiraron los fondos para hacer inventario o sabe dios qué, de forma que no llegué a tener la oportunidad de hablar con él de su obra. Pero no dejamos de hacerlo de esto de aquello y de los de más allá. Jeremías es jovial, cercano, familiar y su conversación fluye como su literatura. Confiesa que el éxito que vive en estos momentos le mantiene más alejado de lo que quisiera de la redacción de su próxima novela, ya en progreso, repartida por libretas, cuadernos, cuadernitos, papeles y notas al margen.
Por fin encontré Punto de fuga en Quilca (ya hablaré de Quilca, ese callejón lleno de librerías colmadas de ofertas, falsificaciones, descatalogados, usados, etc.) y lo leí en un suspiro preguntándome si no eran Poe, McCoy o Capote... los que se filtraban en algunas de sus páginas en las que lo cotidiano se convierte en extraordinario gracias al efecto alquímico de la literatura en estado puro. La primera historia corresponde a la de un fotógrafo "mis amigos me decían que prácticamente vivía en la revista, siempre pidiendo qué hacer, en qué ayudar, como aferrado a una tabla tras un naufragio, como quien se juega el pellejo en cada cierre de edición..." ¿os suena colegas? leedla, y dejaos sorprender como yo.
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