M. Ardan: fantasía de una fantasía, por Xavier Mulet.

Intenta Xavier Mulet convencernos de que es autor de  las fotografías expuestas en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid atribuidas a M. Ardan, viajero, zoólogo, erudito y  gran amigo de sus amigos (que se diría en su obituario, eufemismo de gorrón en vida) que nos presenta el artista catalán como producto de su imaginación y homenaje a las figuras de Julio Verne o Felix de Tournachon. Los iniciados en los arcanos del siglo XIX de la mano de otros autores como Alan Moore sabemos que M. Ardan existió realmente, siendo amigo personal de los dos mencionados, quienes le alojaban entre expedición y expedición sufragándole sus gastos y alguna que otra debilidad esporádica. Apenas está documentada su relación, pero se piensa que debió de ser en 1855 cuando coincidieron en el puesto ambulante del fotógrafo en los Campos de Marte en la Exposición Universal de los productos de la Agricultura, las Industrias y las Bellas Artes, cayendo rendidos mutuamente por sus respectivos y comunes intereses y manera de ver la vida. Celebraron ambos la coincidencia entre sus respectivos nombre y seudónimo, Nadar y Ardan, casi palindromos, y conocieron a Julio Verne ese mismo año en el club Los once sin mujer, aunque el mundo no pudo saber de aquella relación hasta  que el escritor decidió homenajear al erudito explorador bautizando con el mismo nombre al protagonista viajero a la Luna, y aún no falta quien piensa que fue en pago a la inestimable información que éste le proporcionaba al contarle entre absenta y absenta las anécdotas que podía relatar el aventurero, de forma que encontró el género que le daría fama y éxito al presentarlas como historias fantásticas cunado no eran si no la mezcla de éstas con las actas de las reuniones de los once, un grupo de espías autónomos al servicio del mejor postor al que también pertenecían, Arieza Bouromand, Frederic Caltaginore, Johann Sebastian Krauss, Piort Nikolaevich Ligrenov o Bohoyus entre otros. 
Ana Belen García, Santiago Merino, Soraya Peña y Claude Bussac (izda. a drcha.)escuchan las explicaciones de Xavier Mulet ante el retrato al colodión húmedo de M. Ardan.

Se desconoce como llegaron las fotografías a las manos de Mulet, la posibilidad más barajada es que esta rica colección de ambrotipos, ferrotipos, cianotipías, colodiones, dibujos fotogénicos, etc. quedara en custodia del editor de Verne, Pierre-Jules Hetzel, y que fuera Jean Verne, biznieto del escritor quien los descubriera en 1989 junto al manuscrito de Paris en el siglo XX, la novela que anticipaba la triste sociedad del futuro dominada por el dinero y la ciencia y que Hetzel se negara a publicar por no deprimir al público y dañar la futura carrera del escritor (de hecho no vio la luz de la imprenta hasta 1994). Jean y Xavier bien pudieron conocerse en el mismo año de la publicación de la novela póstuma al buscar editor en Paris el artista para su trilogía 45 seg, La cuarta dimensió y Jo mateix. En cualquier caso, ambos amigos, convencidos de que nadie daría crédito a la increíble historia de Ardan y que si se hacía quedaría en entredicho el buen nombre del bisabuelo y no serían bien entendidas sus actividades dentro de Los once sin mujer al mejor postor, decidieron enmascarar los originales de obra de nueva factura, y para ello contrataron actores y actrices que por su parecido físico con los personajes de las fotografías de Ardan posaran en un vídeo en el que Mulet hacía como si les fotografiara y las técnicas con las que envejecía sus supuestas fotografías para resultar iguales a las conservadas en la caja del viejo Hetzel.
En realidad no importa como ha sido que esta exposición haya llegado a conformarse. Acercarse al Museo de ciencias y dejarse seducir y abducir de la mano de Xavier Mulet por la magia  del siglo XIX, de sus pioneros, visionarios, exploradores, del desarrollo de sus técnicas revolucionarias, embriones de nuestras rutinas, es una experiencia llena de encanto y aprendizaje.

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