Regoyos en el Thyssen.

Hace poco hablaba de la exposición de Cezanne en el Museo Thyssen, que aún podéis visitar hasta el domingo, y dejaba para una siguiente entrada mi visita a la de Dario Regoyos (1857-1913) que con motivo del centenario de su fallecimiento ha organizado el Museo de Bellas Artes de Bilbao bajo el comisariado de Juan San Nicolás. La muestra es una delicia que tiene además mucho que enseñar a todos los que trabajamos con la luz.

Guitarrista. Retrato del pintor Dario Regoyos. Theo Van Risselbergue, 1882.
Tanto Regoyos como Cezanne fueron amigos de Pissarro, que tanto influyó en ambos y que en 1895 recomendó al español que se dejara de historias y se lanzara a hacer lo que mejor se le daba, recoger con su paleta la magia de la luz a través del paisaje. Y así lo hizo, de forma que se convirtió en el principal pintor impresionista español.
Rerato de Dolores Otaño, 1892.
Antes de eso, su obra prestó especial interés a las tradiciones y costumbres religiosas que plasmó en su España Negra, el sufrimiento, el dolor y el silencio quedó recogido en su obra de los años ochenta del XIX. Sus viajes por España en 1888 con el poeta Emile Verhaeren le proporcionarían los motivos para sus cuadros de esta etapa filosófica.
La temática de su obra no condicionó su apuesta por una técnica rápida y segura que bebe de las fuentes del divisionismo y del puntillismo, técnica que una vez dominada abandonó en 1896 para utilizarla como apoyo tan sólo en algunas partes de sus paisajes. Éstos están hechos del natural y buscan registrar los efectos lumínicos de las primeras y últimas horas del día, así como los fenómenos atmosféricos.
Plaza de Burgos al amanecer (izda.) y por la mañana (drcha.) 1906
Su estilo inquieto de pinceladas rápidas y cortantes a base de pequeños toques de pincel no era sino reflejo de su propia existencia, siempre viajando, alternado estancias entre España y Bélgica, cambiando catorce veces de domicilio tras contraer matrimonio y formar familia en 1895. Su inquietud le hizo participar en al fundación de varios círculos artísticos como L´Essor o Los XX y frecuentar la compañía de las principales figuras de la época.
 Su corazón de pintor, sin embargo, siempre estuvo inclinado por la luz del cantábrico y no dejo de viajar por el País Vasco entre 1884 y 1912 y recoger en sus tablas y lienzos escenas de la vida diaria en las playas o paseos o de interesarse por los efectos de la luz eléctrica en nocturnos o crepusculares así como todo tipo de paisajes y en cantadoras vistas de pueblos.
En 1913 murió de cáncer en Barcelona, donde se había trasladado un año antes y también quedó prendado por la luz de sus calles. Dario Regoyos no disfrutó de un gran reconocimiento en vida, y tampoco en nuestros días es uno de los más recordados artistas del transito de siglo pasado a pesar  de la originalidad y peso de su obra. Tan solo en Bilbao se le recuerda con justicia a través de la colección que alberga el Museo De Bellas Artes, y desde hace unos años en Málaga, donde la colección de la Baronesa también le tiene en consideración y donde viajará una parte de la muestra que estos días se puede visitar en Madrid. Vale la pena acercarse a conocerle y disfrutar además del efecto balsámico del arte, su pintura vitalista es capaz de alegrar el día más sombrío.
Autorretrato, 1902

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