Rui Vaz de Cunha y su mirada al siglo XX.

Mi obligada estancia en España (algún día hablaré de ello) me regala momentos como los de la mañana del pasado sábado en la que Ignacio Vázquez Moliní y Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye prestaron su presencia a Rui Vaz de Cunha (personaje de tal grandeza y experiencia que necesita de ambos para su corporeidad) para materializar la presentación de su última obra literaria: "Una mirada al siglo XX: los memorables de Vázquez Díaz".

De izda. a dcha. Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye, Ignacio Vázquez Moliní y Francisco Castañón.

La voz decadente del escritor portugués se une al trazo firme del  pintor onubense al reunir en su obra la memoria de más de cincuenta personajes que en mayor o menor medida dejaron su huella en el siglo que nos precede. Literatos, artistas, filósofos, científicos, hombres de estado, toreros, algunos que pasaban por allí, todos ellos retratados por Vázquez Díaz en una España explosiva que pasó por cuatro regímenes políticos diferentes y una guerra fratricida que no deja de estar en la memoria de todos.
Qué mejor para recomendar una lectura que usar la misma como ejemplo. Voy directamente al capítulo final, el de la conclusión, justo antes de recordarnos que este libro terminó de imprimirse en Madrid el diecinueve de noviembre de dos mil trece, ciento noventa y cuatro años después de la inauguración del Museo del Prado:

¿Qué sacar en claro de estas  minúsculas notas biográficas? He pretendido con ellas mostrar la calidad humana de un pintor, Daniel Vázquez Díaz, que fue un testigo activo, actor mismo de una España en pleno hervor de ideas. Algunas fueron fulgurantes; el arte, la poesía, las ideas políticas eran punteras y tan fuertes, con tanta energía, que provocarían esa chispa que hará explotar la sociedad. El nuevo poder desconfiará hasta de los intelectuales y artistas que inicialmente lo apoyaron y creará un vacío para llenarlo con mediocridad y dogma. Por eso Los hombres de mi tiempo son el perfecto testimonio de una España que pudo ser, tanto interiormente como en el mundo, como muestran los numerosos amigos y relaciones del pintor en Europa del momento. Sus retratos son, en definitiva, una expresión de sus circunstancias, de las circunstancias de España en esos años, ese término orteguiano tan adecuado para contemplar la obra de nuestro pintor.

Volveré  en algún momento a tomar la voz de Vaz de Cunha para nuevas entradas, seguramente para hablar de Dario de Regoyos cuya exposición se puede visitar estos días en el museo Thyssen y que tengo anotada entre mis estrategias de consuelo al tener que seguir aquí. También dedicaré una nueva entrada a dar respuesta a la pregunta más importante ¿cómo puedo conseguir el libro? en cuanto la encuentre; y no descarto aprovechar el conocimiento del luso para hablar de una de las obras de arte que me parecen más fascinantes y sobre la que compartimos entusiasmo los tres, seguramente los cinco implicados en esta entrada: el retablo políptico de San Vicente de Nuno Gonçalves.