Ventana de Superhéroes V: Watchmen

Watchmen, los vigilantes, esos sí que rompieron el molde de todo superhéroe, un grupo de sociópatas inadaptados que en su lucha contra el mal llegaron a ponerse al servicio del gobierno para impedir las revueltas soviales ¿Quién vigila a los vigilantes? fue el grito de guerra de una sociedad permanentemente aterrorizada por la idea de la guerra fría y las crisis económicas y de valores que les mando a la prejubilación.

El reloj protagoniza la historia de un Alan Moore en estado de gracia, desde la misteriosa muerte del Comediante arrojado por la ventana de su apartamento a las penalidades del Buho Nocturno secretamente enamorado de Laurel, la cuenta atrás de la manillas va desgranando un historia de ficción mucho más cercana a la realidad que muchas de las crónicas parlamentarias.

No os voy a engañar, no vi a ninguno de los vigilantes, su historia se desarralló en los ochenta y en la ciencia ficción, pero cada vez que paseaba por Times Square o recorría las calles del Down Town no podía dejar de imaginar a Dan Dreiberg o Rorschach recorriendo las mismas calles en busca de la verdad.

Una verdad que pasaba por el engaño de Adrian Veidt, Ozimandias, que desde su refugio en la Antártida planea la solución final al posible conflicto nuclear entre las dos potencias con un desastre mayor y un enemigo común que uniera a la humanidad.

Lo más terrible es que la lluvia de terror imaginada por Moore en su ucronía no puede sino hacer recordar la realidad posterior, sólo que si el autor inglés en vez de escribir su obra en los tiempos de Nixón lo hubiera hecho en los de Bush habría imaginado una historia mucho más cruel en la que el fatal ataque no se provocaría para forzar la paz mundial sino para mantener los privilegios y beneficios de los fabricantes de armas necesitados de guerras e inestabilidad en las que vender sus productos y justificar sus "avances" en seguridad.